
La selección de Estados Unidos acaba de regresar de un breve tour por Europa. En un corto lapso de tiempo el equipo de Jürgen Klinsmann derrotó a Holanda y Alemania. Con altibajos, con algunas decisiones bastante debatibles -y enfrentando una resistencia pronunciada de parte de ciertos sectores de la prensa- el exdelantero germano está dando al USMNT una carácter competitivo al que el ambiente futbolístico norteamericano quizás no está del todo acostumbrado.
En el marco de la visita a su país natal Klinsmann concedió una entrevista al periódico Rheinische Post. Para el público americano lo más interesante de esa serie de preguntas y respuestas está vinculado al deseo del seleccionador de ver un sistema de ascensos y descensos en la Major League Soccer. El técnico cree que ese tipo de instancia aumentaría la competitividad dentro de la liga y, además, elevaría el nivel de los jugadores que lleguen al equipo nacional.
Es necesario efectuar una serie de observaciones. Si bien dentro de la pirámide jerárquica del fútbol estadounidense -y, por añadidura, canadiense- existen tres categorías profesionales (MLS como liga de Division 1, NASL como Division 2, USL como Division 3), no hay entre ellas ningún tipo de vinculación. En otras palabras, ni los últimos clasificados de la Major League Soccer descienden a la North American Soccer League, ni los campeones de la Division 3 se ganan el derecho a participar de la Division 2 en la temporada siguiente. Son ligas/categorías completamente estancas e independientes.
Lo que ocurre en el soccer imita la situación de las otras grandes ligas del deporte norteamericano. Si bien existen otros torneos profesionales de baloncesto de menor entidad, los equipos de la NBA no pierden la categoría en caso de terminar entre los últimos puestos al final de temporada. Lo mismo ocurre con respecto a las ligas de primer orden de football americano (NFL), béisbol (MLB) y hockey sobre hielo (NHL), por mencionar a las más populares.
Desde el punto de vista empresarial y administrativo la MLS funciona de una manera muy parecida a las otras grandes ligas. De hecho, muchos accionistas o ‘propietarios’ de franquicias en el máximo circuito del soccer provienen del universo de la NFL y la NBA. Los conceptos de ‘ascenso’ y ‘descenso’ son inexistentes dentro de ese ámbito de los negocios deportivos. Si Los Angeles Lakers no corre riesgo de perder su condición de equipo de la NBA tras una seguidilla de malas temporadas, ¿Por qué debería perderla Montreal Impact -el que menos puntos sumó en 2014- dentro de la MLS? Tal es el razonamiento que guía a actuales y potenciales inversores; también a la liga.
A día de hoy el valor-llave de un equipo en expansión dentro de la Major League Soccer es de aproximadamente 400 millones de dólares. Unos 100 como entrada a la liga; y al menos otros 200 para la construcción de un estadio específico. Esos montos, la cantidad de equipos y ciudades en la que está representada y el nivel de infraestructura y visibilidad colocan a la MLS en el escalón más alto del fútbol profesional norteamericano. Claramente alejada del standard que la NASL y la USL representan en ese momento.
Siempre hablando de la situación presente, la incompatibilidad entre MLS, NASL y USL es importante. No solamente por el grado de desarrollo, por su popularidad y por el nivel de estelaridad de sus principales futbolistas, sino incluso por su formato. La Division 1 cuenta con 20 equipos, espera llegar a los 24 antes de 2020, y seguirá creciendo más allá de esa cifra en el futuro. El torneo de Division 2 es bastante más reducido; en las últimas horas anunció la llegada de su participante #13 en la temporada 2016. Y en la Division 3 encontramos una liga de 24 contendientes, varios de ellos asociados o filiales de franquicias de la Major League Soccer.
Docenas de interrogantes se plantean al imaginar el hipotético descenso de un equipo de la actual MLS a la actual NASL. Tantos, que es muy fácil creer en la imposibilidad de que ese supuesto sea realidad bajo las presentes condiciones del fútbol profesional en Norteamérica.
Jürgen Klinsmann vive en Estados Unidos desde bastante antes de haber aceptado su cargo de coach de la selección. Por ende, conoce de primera mano de qué manera está compuesta la pirámide del fútbol profesional, y cuáles son sus potenciales y límites fácticos. El antiguo estratega de la Mannschaft sabe que la prensa especializada y los factores de poder alrededor de la Major League Soccer en general se oponen a la idea de un torneo con descensos. Pese a ello, el alemán expone de manera abierta sus ideas, deseos, o las que él considere como recomendaciones de valor.
«La emoción de la batalla por el descenso no existe en la liga estadounidense», señaló Klinsmann durante la entrevista. «Los inversores de los clubes (de la MLS) podrían pasar de un momento a otro a ser dueños de equipos de segunda división. El riesgo sería demasiado alto. Pero el deporte se beneficiaría de ello. Nuestros jugadores en Europa lo saben. Eso hace más fuerte a nuestra selección. (En Alemania en particular, en Europa en general) Siempre se juega por algo, semana tras semana. Ya sea en la punta o en el fondo de la tabla, siempre tienes que rendir.»
La opinión de Klinsmann no es una más. Dejando de lado su peso histórico como jugador y entrenador en el fútbol internacional, JK no es un seleccionador más para la federación estadounidense. Además de estar a cargo del USMNT el alemán es el Director Deportivo de la U.S. Soccer; lo que lo convierte -entre otras cosas- en asesor de primer nivel en el diseño de las competiciones internas en su país de acogida.
No es esta la primera observación crítica que el entrenador de Estados Unidos hace sobre la MLS. A Klinsmann no le gustó nada que varios de los internacionales americanos dejaran en las últimas temporadas sus trabajos en las ligas europeas para sumarse a franquicias de la Major League Soccer. También manifestó que cree que las vacaciones de las que gozan los futbolistas en el torneo local son demasiado largas. Y también consideró que la Division 1 dificulta el desarrollo de los jugadores juveniles y entorpece la labor de las selecciones juveniles.
La visión de Jürgen Klinsmann sobre el fútbol, a nivel general, es catedrática. Y bien ganado tiene el derecho para que así sea. Pero no siempre es del todo precisa cuando entra en la minuciosidad de la Major League Soccer. Pocos días atrás Michael Bradley (uno de los ‘repatriados’ duramente criticados por el seleccionador) firmó un partido para el recuerdo frente a la selección alemana. Una comparación realizada por Jugador Franquicia demostró que el campeón de la MLS en 2014 descansó menos días que algunos de los principales monarcas del fútbol europeo. Y los equipos sub de Estados Unidos son cada vez más competitivos, como ocurre con la absoluta.
Queda claro que Klinsmann encuentra un montón de defectos en la organización y el formato de la Major League Soccer y el resto de los estratos del fútbol profesional de Estados Unidos. Y varios de esos reclamos son atendibles. Quien esto firma cree que la máxima categoría ganaría muchísimo con una segunda división fuerte (algo que hoy no existe), y con una normativa que permita la existencia de un sistema de pro/rel (promotion / relegation). Los mejores torneos domésticos del mundo funcionan de esa manera y la MLS declara de manera constante que quiere pertenecer a ese grupo selecto.
Lo que JK cuestiona excede a la Major League Soccer. Es una cuestión a debatir dentro de toda la estructura profesional y formativa del fútbol estadounidense. En este momento es complicado hallar una plataforma sólida desde donde la inestable NASL pueda comenzar a negociar con la MLS y con la federación su papel en el futuro. De hecho, cada una de las ligas existentes en América del Norte funcionan en sus propias frecuencias. Al extremo de que en pleno 2015 -y ante evidencias palmarias que se reproducen semana tras semana- la actual North American Soccer League no se reconoce como un torneo de menor entidad que la Major League Soccer.
Cualquier amante del fútbol dará la razón a quien ponga como ideal a la situación que se vive en la Bundesliga, los campeonatos de inferior categoría y las academias de formación en Alemania. Pero la comparación permanente que Klinsmann hace entre el fútbol de su país natal y el de Estados Unidos en más de una ocasión puede lastimar más que construir.
El sistema formativo y profesional alemán está en condiciones de poner en ridículo a casi todos sus pares a nivel planetario. Cuestionar al sistema americano porque las cosas no funcionan de la misma manera o no comparte el calendario que Alemania u otras potencias europeas es -en muchas ocasiones- dar golpes al aire. Palabras que no surten otro efecto más que el de aglutinar y dar motivos a sectores que permanentemente cuestionan el trabajo del seleccionador en este país.
Donde sí Jürgen Klinsmann parece acertar es en su deseo de modificar el momento de inicio de las carreras profesionales de los futbolistas estadounidenses. Mientras en Sudamérica y Europa es frecuente que a partir de los 15 o 16 años los jugadores comiencen a ser tenidos en cuenta por equipos profesionales, por lo general en Estados Unidos la llegada a las ligas locales más importantes se produce después del paso de los deportistas por el sistema universitario.
Claro ejemplo de lo que ocurre en este país es el del delantero Jordan Morris, uno de los favoritos del técnico, que ha debutado en la selección mientras todavía actúa para su universidad. Si bien varias franquicias de la MLS han creado sistemas de captación de jóvenes talentos a través de sus academias o granjas de formación, el sistema universitario es uno de los principales proveedores de jugadores para la liga. Eso lleva a que muchos futbolistas no debuten en el circuito profesional estadounidense hasta bien pasados los 20 años. El fútbol de Estados Unidos -especialmente el de las categorías más altas- haría bien en plantearse alguna vez si necesita ser tan dependiente del circuito universitario.
Pero, mientras aguarda que los juveniles estadounidenses entren más rápidamente al sistema profesional local, Klinsmann y su cuerpo técnico también buscan en el Viejo Continente. Uno de los objetivos del scouting de U.S. Soccer es el colectivo de futbolistas adolescentes europeos que pueden jugar para las barras y estrellas. «Tenemos que aprovechar los recursos que surgen de familias en Europa con una conexión con Estados Unidos», dijo durante la entrevista a Rheinische Post. «Creo que es fantástico que muchos jugadores con doble nacionalidad decidan representar a Estados Unidos. Ellos aportan algo más; ellos vienen de países apasionados por el fútbol.»
«Explorar un país del tamaño de Estados Unidos es una tarea enorme. Así que es bueno que los jugadores que viven en Europa reflexionen sobre sus raíces.» Estas palabras del técnico abren la puerta a otra cuestión bastante polémica; la ‘germanización’ creciente de la selección americana. No solamente con la incorporación de futbolistas de cierta veteranía, como Jermaine Jones o Fabian Johnson, sino también con la llegada de jugadores muy jóvenes que han llevado a cabo su formación íntegramente (o casi) en Alemania.
Entre ellos están Julian Green y Bobby Wood, el chico hawaiano que desde 2007 trabaja dentro del sistema del 1860 Munich y está cedido actualmente al Erzgebirge Aue, de la 3. Bundesliga. Con 22 años, Wood fue uno de los héroes de la reciente gira europea de la selección estadounidense tras marcar los goles finales frente a Holanda y Alemania.
Nadie en casa se molesta ante las victorias sobre estas potencias europeas. Todo lo contrario. Pero el hecho de que Klinsmann otorgue opciones a un futbolista de la tercera división germana dice bastante sobre la valoración que el cuerpo técnico tiene de la Major League Soccer y la NASL. El gran encargado de la búsqueda de jugadores alemanes (o en proceso de formación en Alemania) que pueden ser convocados por Estados Unidos es Berti Vogts, quien recientemente ha sido nuevamente contratado por U.S. Soccer como ‘asesor técnico’. Sus tareas también se extienden al resto del Viejo Continente.
La contundencia del juego de su equipo en los dos últimos encuentros acallan -por ahora- los cuestionamientos más virulentos hacia Klinsmann. Un técnico que parece sentirse cómodo en el papel de inquisidor de los muchos aspectos que se podrían mejorar dentro del fútbol de Estados Unidos. Como ocurrió cuando decidió comenzar a pensar a la selección alemana de una manera diferente, Klinsi también divide aguas al otro lado del Atlántico.