Por Juan Mesa
La experiencia empieza en el estacionamiento. El auto hay que dejarlo en un terreno polvoriento a media milla del destino final porque el espacio original se llenó a primera hora. Después es cuestión de seguir a la jóvenes con indumentaria futbolística que marchan hacia los campamentos de sus equipos en compañía de sus familias, y armados con neveras portátiles, sillas de acampar y cualquier otro elemento que represente comodidad para una larga jornada.
La temperatura roza los 90ºF en el Morgan Hills Outdoor Sports Center, sede del evento de Alianza de Fútbol en San Francisco, a unas 60 millas al sur de la ciudad. Por dos días, equipos de las ligas aficionadas de la región disputarán torneos de fútbol en diferentes categorías (de Sub-9 a Adultos, además de torneos femeninos), al tiempo que unos 800 jóvenes serán observados por visores de la Liga MX, la MLS y la USL. Alianza de Fútbol lo organiza por los últimos 11 años y la experiencia se replica en otras 12 ciudades de Estados Unidos. Es un festival de fútbol, el Coachella de los hispanos futboleros, la Champions League de las comunidades inmigrantes. En el estacionamiento hay casas móviles y en las zonas cercanas a las canchas se forman corredores de tiendas de acampar para que los jugadores se escondan del sol mientras esperan sus partidos. Allí huele a frijoles cocidos, barbacoa y tortillas.
Al evento de San Francisco llegan delegaciones de las ciudades de la Bahía, de Salinas, de Fresno, de Sonoma, del Sur de California y hasta de Idaho y Oregon. Los organizadores dicen que al final de los dos días asiste un promedio de 20,000 personas entre jugadores, aficionados y patrocinadores. Estos últimos tienen su propio Marketplace. Un corredor de campamentos donde entregan regalos mientras promueven su marcas y servicios. Aquí ganan todos: Alianza, las corporaciones, los equipos —incluso los que pierden porque sumar minutos de competencia en el fútbol vale oro— y las familias que salen de su rutina por una actividad que representa una vida sana y un mejor futuro. Gana el fútbol.
“Lo hacemos por el futuro de nuestras comunidades, en Salinas ha habido muchos homicidios por pandillas, tener a estos jóvenes jugando al fútbol es muy importante para nosotros, lo hacemos con gusto”, me dice Fernando Ortiz, asistente técnico del Club Deportivo Los Niños Locos, equipo de la liga juvenil de Salinas que nació en la Ciudad de México y que desde hace cuatro años participa en el torneo de Alianza.
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Las visorías de jugadores son la joya de la corona para los organizadores. Se llama Powerade Sueño Alianza y cuenta con registro gratis para los participantes. Estos son observados por reclutadores de equipos mexicanos, de la MLS, la USL y varias universidades en los Estados Unidos. Al evento de Miami se han sumado delegados del fútbol colombiano, y es posible que otras federaciones latinoamericanas sigan los pasos. En cada evento salen tres ganadores, uno por categoría (Sub-16, Sub-19 y Sub-22), que avanzan a una gran final nacional.
Más de 60 jóvenes han firmado contratos después de ser observados en un evento de Alianza. Es un asunto de ver el primer toque, la descarga del balón, la pisada, potencia, velocidad, la cabeza en alto, o cualquier otro rasgo de talento individual. Lo táctico, lo que se trabaja en colectivo, se deja a un lado ya que los participantes son ubicados aleatoriamente en los equipos.
“Para nosotros es importante venir porque nos da la oportunidad de ver el talento que existe en Estados Unidos”, dice Marco Antonio Ruiz, representante de las selecciones nacionales de México presente en San Francisco. “Nos compete estar al tanto de lo que sucede en el país vecino, y sobretodo acompañando a los clubes mexicanos ya que nos interesa que recluten gente interesante porque nos beneficia en selecciones”.
El fútbol mexicano tiene eso privilegio: dos países para encontrar talento, uno que puede ser muy diverso.
“En Estados Unidos se destaca lo atlético, por la nutrición, pero hay deficiencia en lo que llamamos picardía, hay mucha diferencia en lo que es vivir en Estados Unidos y vivir en México”, dice Rafa Calderón, director de visorías de Sueño Alianza. Es el hombre que coordina a los participantes. Su jornada es de repartir instrucciones a los jóvenes e intercambiar conceptos con los visores. Conoce los dos sistemas como si fuera un intérprete de idiomas en las Naciones Unidas.
“Un chico en Estados Unidos puede ir caminando por la calle y nunca le va a caer un piano de la cabeza, por exagerar. En nuestras culturas tienen que estar alerta, y eso se llama calle, que aquí les falta, son más inocentes, pero el jugador es un piedra en bruto que hay que ir puliendo ”, dice Calderón.
Ser vistos por equipos de la México es una puerta importante para los jóvenes al ser clubes con mayores recursos para su desarrollo. En Estados Unidos se enfrentan a sistemas de “pagar para jugar” en las academias o la competencia para acceder al sistema universitario. Son los obstáculos que algunos señalan cuando se trata de explicar la poca influencia de miembros de las minorías en el fútbol profesional de Estados Unidos. Sin embargo, Calderón cree que el desarrollo sigue siendo cuestión de compromiso.
“El costo los puede marginar, pero es cultural, está estructurado así”, dice. “El hispano cuando quiere se mete a los sistemas de Estados Unidos y los desarrolla muy bien, pero si te tiras a la hamaca para decir que ‘como me cobraron, no crecí y me dejaron de lado’ es irresponsable porque no podemos vivir en Estados Unidos como vivimos en nuestros países”.
La opinión es respaldada por Luis García, la leyenda la selección mexicana que es la imagen del evento en San Francisco. Para el ex seleccionado Estados Unidos ofrece oportunidades de desarrollo en varios niveles.
“Siempre he creído que si atiendes el deporte de la misma forma que los haces en el estudio es mucho más probable que tengas una posibilidad”, dice García. “Hoy la competencia te obliga a estar mejor preparado, y no solo con las patitas, o en lo físico, sino con la cabeza, con la medicina, la nutrición y otros factores que tienen que ver con el estudio, creo si el chavo entiende eso tiene más posibilidades de éxito”.
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De vuelta al festival, los equipos campeones levantan trofeos y dan vueltas olímpicas. Jaime Robles, Alexis Vázques y Daniel Camargo salen sonrientes con su pasaporte a la última fase de las visorías, pero el final más feliz corresponde a Iván Campos y Mónica Lona, novios que salieron campeones en sus respectivas categorías. Los campamentos se desmontan al ritmo del deber cumplido y contra el cansancio. Hay tráfico y polvo en la salida de Morgan Hill.
Autor: Juan Mesa
Fotografías: Juan Mesa